viernes, 28 de noviembre de 2025

Poema del día: "Salmo LXIV", de Constanza Ossorio (España, 1564-1637)


A ti, Dios, en Sión den alabanzas
tus queridos devotos;
los que en Jerusalén ¡oh rey! alcanzas
también te rindan votos.
Y entre unos y otros yo te pido,
dando al alma trasiegos,
que inclines tu amoroso y fiel oído
a mis humildes ruegos.
Pues a ti solo todos los mortales
van a pedir remedio
de sus crueles y incurables males
como a su único medio.
Contra nosotros han prevalecido
las palabras dañosas
de nuestros enemigos, y han vencido
sus lenguas venenosas.
Si desto causa han sido los pecados
que habemos cometido,
de tu piedad seremos perdonados,
cual siempre lo hemos sido.
Porque es dichoso y bienaventurado
aquel que Tú recibes,
y por mil siglos vive coronado
adonde Tú resides.
Que es tu sagrado templo donde hay bienes
y premios de honra y gloria;
allí tu mano coronó sus sienes
con triunfos de victoria.
Dando con igualdad a cada uno
el premio que merece,
quedando de honra y gloria siempre ayuno
el que el mundo engrandece.
A los que somos tuyos, salud nuestra,
óyenos del altura,
y muestra en nuestra ayuda tu gran diestra,
¡oh mi esperanza pura!
que aunque al fin de la mar y de las tierras
esté de ti apartado,
me aparejas los montes y las sierras
que sirven de collado,
donde con tu poder y fortaleza,
mientras el mar se altera,
me ciñen de valor y de firmeza,
guardando mi fe entera.
Viendo tu gran saber y tus señales
las gentes te temieron,
y aunque eran enemigos capitales,
tu poder conocieron.
Que alegras y entristeces cuando quieres,
que ordenas noche y día,
que sanas y das vida, matas, hieres,
que eres del alma guía.
Y para encaminarla a tu alto cielo
visitaste la tierra,
dejando enriquecido nuestro suelo
del bien que en ti se encierra.
El río caudaloso y de contento
del tesoro del Padre,
para dar a las almas su sustento
nació de Virgen madre.
Y los demás arroyos se enriquecen
de peces nadadores;
las plantas y las flores reverdecen
y respiran olores.
Con tu rocío manso y amoroso
se alegran los sembrados,
y crece el trigo grueso y espigoso
en los verdes collados.
Y viéndolo tan fértil y abundoso
tu bendición le echaste
benigno, afable y misericordioso,
que en verlo te alegraste.
Los campos ya desiertos y agostados
primaveras parecen,
y en los cerros más altos y empinados
la rosa y clavel crecen.
Y las ovejas mansas parideras,
con los demás ganados,
pacen la fresca hierba en las riberas,
de gozo rodeados.
Y todos con balidos, brincos, danzas,
te dan mil alabanzas.

Constanza Ossorio, incluido en Antología de poetas españolas. De la generación del 27 al siglo XV (Alba Editorial, Barcelona, 2018).

Otros poemas de Constanza Ossorio
Salmo (LXXIV)


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