bajo el amparo de la tarde amiga,
y posó su piedad en mi fatiga,
y desde aquel entonces no me deja.
Con blanda mano, de mi labio aleja
el decidor afán y lo mitiga,
y a la promesa del callar obliga
la fácil voz de la canción añeja.
Vamos por el huir de los senderos,
y nuestro mudo paso de viajeros
no despierta a los pájaros... Pasamos
solos por la región desconocida;
y en la vasta quietud, no más la vida
sale a escuchar el verso que callamos.
Enrique González Martínez en La muerte del cisne (1915), incluido en Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana (Ediciones Hiperión, Madrid, 1992, selec. de José Olivio Jiménez).
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