El Altiplano es inmensurable como un recuerdo.
Piel de kirquincho, toca con sus extremos las cuatro puntas del cielo,
sopla su armada brisa de bestia.
El Altiplano es resplandeciente como un acero.
Su soledad de luna, tambor de las sublevaciones,
solfatara de las leyendas.
Pastoras de turbiones y pesares,
las vírgenes de la tierra alimentan la hoguera de la música.
Los hombres, en el metal de sus cabellos,
asilan el caliente perfume de los combates.
Altiplano rayado de caminos y de tristeza
como palma del minero.
2
El Altiplano es frecuente como el odio.
Ciega, de pronto, como una oleada de sangre.
El Altiplano duro de hielos
y donde el frío es azul como la piel de los muertos.
Sobre su lomo tatuado por las agujas ásperas del tiempo
los labradores aymaras su propia tumba a cuestas,
con los fusiles y la honda le ahuyentan pájaros de luz a la noche.
La vida se les tizna de silencio en los fogones
mientras las lluvias inundan sus huesos y el canto del jilguero.
3
Altiplano sin fronteras,
desplegado y violento como el fuego.
Sus charangos acentúan el color del infortunio.
Su soledad horada, gota a gota, la piedra.
Óscar Cerruto, incluido en El árbol y la piedra. Poetas contemporáneos de Bolivia (Monte Ávila editores, Caracas, 1986, ed. de Eduardo Mitre).
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