rosa de cristal frente al ocaso.
En el río del horizonte
naufraga Cuatro Vientos,
nido de águilas de acero,
de alas inmóviles
y vientres sonoros.
Tarde de Domingo,
cuando se ahoga el sol en el río fantástico.
He aquí los grandes pájaros sonoros,
rondel de gaviotas,
sobre un mar lejano.
En la costa ilusoria
hay un faro:
la torre radiotelegráfica.
He aquí los grandes pájaros sonoros,
que se elevan, se persiguen y se abaten,
sobre las lejanas olas imaginarias.
Tornan a alzarse
triunfales, como cóndores altivos,
trepidan los vientres locos
en una embriaguez de energía,
canto bárbaro de las fuerzas domeñadas.
Un pájaro soberbio
rasga el cristal del poniente
en un vuelo al sol.
Y de pronto
aletea... gira y cae.
Temblamos,
como si la tierra se hubiera removido
en una sacudida sísmica.
Un pájaro yace inerte y roto:
sobre la tierra,
cara al sol,
el corazón del pájaro muerto
de una estrella caída y opaca.
El río del horizonte,
que se había teñido de sangre,
se desbordó por los cielos.
Lucía Sánchez Saornil en Cervantes (junio 1919), incluido en Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960) (Visor Libros, Madrid, 2016, ed. de Raquel Lanseros y Ana Merino).
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