Quienes se han abstenido de besar,
anhelando sólo labios que están lejos,
y al fin besan esos labios a sus anchas,
con todo el cuerpo,
estirando los músculos,
apretando los brazos,
comprenderán cuánto puede esta locura.
Se aparta de la carne el intelecto
llevándose consigo
la eterna castidad de la conciencia.
Y uno se pregunta de sí mismo:
—«¿Soy ése yo? ¿Por qué estará tan pálido?
¡Mírenlo cómo va desaforado!
Si lo matan ni siquiera va a sentirlo.
La lujuria lo embriaga.
¡Yo soy otro!...»
Y jadeante después, al ver la sangre,
todo uno se acobarda como cuando
la novia llora si la besamos mucho.
Y se queda uno esperando
a que alguien venga a decirnos qué hemos hecho.
Y quiere uno estar desnudo
para buscarse heridas en el cuerpo.
Salomón de la Selva en El soldado desconocido (1922), incluido en Poesía contemporánea de Centroamérica (Los libros de la frontera, Barcelona, 1983, selec. de Roberto Armijo y Rigoberto Paredes).
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De tan lejos llegan los poemas
ResponderEliminarque parecen nuevos y frescos
Parecería que está todo dicho si.
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