Beberemos el agua helada allí donde la luna dejó su huella.
La larga ruta quema enemiga a los extranjeros.
Vagamos sin saber y no hallamos el lugar.
Queremos ver las flores. Aquí la sed pende sobre nosotros.
A la espera y en agonía, estamos aquí delante de la puerta.
Si es preciso romperemos esta puerta con nuestros golpes.
Golpeamos y empujamos, pero la barrera es demasiado fuerte.
Es necesario languidecer, esperar y contemplar vanamente.
Contemplamos la puerta; está cerrada, inquebrantable.
Fijamos en ella los ojos; lloramos bajo el tormento;
No dejamos de mirarla; el peso del tiempo nos abruma.
La puerta está ante nosotros, ¿de qué nos sirve la voluntad?
Vale más marcharse y abandonar toda esperanza.
Jamás entraremos. Estamos fatigados de verla.
La puerta, abriéndose, dejó pasar tanto silencio
Que ni los jardines ni ninguna flor han aparecido;
Sólo el espacio inmenso donde habitan la luz y el vacío
Se hizo de súbito presente de parte a parte, colmó el corazón,
Y lavó los ojos casi ciegos bajo el polvo.
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