apenas mayores que gnomos,
pero alegres como gnomos—
aunque sus caras eran pálidas,
sus ojos azul pálido,
su pelo de oro pálido—
y sus semblantes serios,
sus ropas
retazos improvisados
de lo que fueron trajes—
chanclas de palo por zapatos,
pana surcida por medias,
cáñamo amarillo por ligas—
y bajo los brazos de saltamontes,
un cerro
y un cerro
y un cerro
y un cerro de libros—
dos adelante y dos detrás
o los cuatro en fondo,
cuatro gnomos chiquitos
camino de la escuela
o de vuelta de la escuela—
los árboles arriba cabeceando,
los caminos debajo trotando,
e Italia por todas partes ondulando,
cabezas perezosas,
venas adormecidas,
voces soñadoras
cantando al unísono—
dieci per uno dieci
dieci per due venti
dieci per tre trenta—
llevaban un eco,
un eco confuso,
una vocecita,
una voz tímida,
desde lejos
en los montes,
sobre el mar,
tras el horizonte,
detrás de los años—
diez por uno diez,
diez por dos veinte,
diez por tres—
solo yo
nunca pude ir
tan despreocupado,
ni tan musical—
y cada uno
tenía un halo
o un collar,
o un brazalete
de violetas
barba azules—
mientras yo
tenía una gorra,
una gorra aturdida de New York,
y la ciudad sobre mí,
las casas en mi cabeza,
las calles en mi espalda,
y bajo mis brazos y mis piernas—
caminando sólo solo,
con un barullo dentro,
pensando, cavilando
en lo que iba a venir,
y si mañana,
o pasado mañana,
o el día después de pasado mañana
o seguramente el día después
sería más claro
y más azul
y más fácil—
y menos solitario.
Alfred Kreymborg, incluido en Antología de la poesía norteamericana (Fundación editorial El perro y la rana, Venezuela, 2007, selec. de Ernesto Cardenal, trad. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).
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