Gran parte de la poesía actual es testimonial, los poetas nos hablan, generalmente en lenguaje directo y coloquial, de sus anecdotillas cotidianas. La misma anécdota, el sentimiento experimentado por el poeta, trata de presentarse como poesía en sí misma. Eso no quita para que haya poetas que, partiendo de su propia biografía personal, realicen interesantes construcciones poéticas, con grandes dosis artísticas en su manera de usar el lenguaje.
Robert Lowell, considerado por algunos como el mejor poeta estadounidense del siglo XX (absurda pretensión si tenemos en cuenta la gran variedad y calidad de voces que ha dado el siglo en dicho país), es el campeón de la poesía testimonial; es su propia biografía la que aparece permanentemente en sus versos, así como la de aquellas personas con las que se cruzó. Dicho esto, iniciada la lectura del que fuese su último libro, Día a día (Editorial Losada, Madrid, 2003, trad. de Luis Javier Moreno), algún lector podría espetarme “Cenamor, mientes, el primer poema trata sobre Ulises y Circe, un largo poema de gran belleza con un lenguaje ágil y sonoro”. Es lo que tiene acostumbrarse a la poesía testimonial, que se pone uno a leer y enseguida espera encontrarse con la patética vida del poeta así, “claramente” y sin esfuerzo (que es muy malo usar el "celebro").
Lowell utiliza en 'Ulises y Circe' la metáfora, el símbolo, la evocación, la relación..., multitud de recursos poéticos, no con la intención de ocultarse (leyenda urbana tan extendida entre los acérrimos defensores del testimonialismo y la “claridad”), sino con la intención de crear una nueva dimensión artística nacida de conjugar las vidas de Ulises y Circe con la suya propia y la de una de las mujeres con las que se casó, dimensión que, hecha poema, va más allá de las propias vidas de ambas parejas. En definitiva, Lowell escribe poesía y el lector o lectora, al leerla, la recrea, la hace suya, sin importar si conoce o no de donde leches salió.
El resto de poemas del libro están escritos en un lenguaje directo, más reflexivo que conversacional, pero sin renunciar a los recursos típicos de la poesía moderna. Un lenguaje que busca la musicalidad, con ingeniosas relaciones de palabras y un simbolismo bastante actualizado. Algunos de estos textos son duros alegatos contra personas de su propio entorno, citadas por su nombre o grado de cosanguineidad, ya fuesen poetas, profesores o familiares; una especie de ajuste de cuentas con la vida, como si intuyese que, a pesar de no ser tan mayor, iba a morirse a las pocas semanas de editarse el libro.
No recordaba, de lecturas pasadas de Lowell (de las que encontraréis alguna muestra en el Catálogo de poemas del blog), no recordaba tanto texto reflexivo, recordaba más unas imágenes luminosas y con ingenio, muchas imágenes. Aunque dentro del tono narrativo y reflexivo he encontrado también buenas muestras de la poesía que recordaba.
A pesar de estar basados todos los poemas en su propia biografía, no es el yo el sujeto poético dominante, pues se alterna con bastante equidad con el tú o el nosotros, apareciendo juntos en algunos poemas. Es tal el dominio que tiene sobre este recurso que en ocasiones su propio yo poético pasa a dialogar con un tú que no deja de ser él mismo, aunque en ocasiones también parece ser otra persona diferente. Jugando con ello, Lowell es capaz de usar el lenguaje para mostrarnos momentos mágicos que suceden en el más anodino de los cuartuchos, en la más irrelevante de las anécdotas. Un ejemplo magnífico de todo esto lo encontramos en el poema 'Afeitándome', que incluiré en el catálogo del blog más adelante.
Como curiosidad, apuntar que, a pesar de que el traductor considera Día a día como el mejor libro del autor y critica abiertamente la traducción para la antología editada en 2003 por Visor Libros, a mí, en conjunto, me gustaron más los poemas incluidos en dicha antología. Tal vez, claro, porque se trataba de una selección de los mejores poemas de cada uno de sus libros anteriores.
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
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