Por dos veces he escuchado comentarios similares en torno a la poesía de Benito del Pliego. La primera fue en una presentación de un libro mío en Valencia; en el debate posterior salió a la palestra el poeta madrileño y uno de los presentes apuntó que había intentado leer su poesía y que le resultaba “difícil” de entender y eso le producía malestar en la lectura. La otra fue en la presentación de uno de sus poemarios en Getafe, uno de los presentes le recriminó el “hermetismo” de su poesía. No sé si tendré algún tipo de conexión psicológica con la poesía de Del Pliego, lo desconozco, pero para mí su poesía es de una claridad deslumbrante, me hace vibrar y emocionarme en cada palabra.
Benito del Pliego, en su nuevo poemario índice (Varasek Ediciones, Madrid, 2011), escrito en colaboración con el ilustrador chileno Pedro Núñez, concibe la poesía como movimiento y acción constante bajo la apariencia de una agradable quietud; también como cambio, porque como dijera Lagartija Nick en una de sus canciones “lo único permanente es el cambio”. Sorprende siempre la amplísima variedad semántica relacionada con esa acción y ese movimiento que encontramos en cada poema. Sus textos tienen, además, un punto de inefabilidad que a mí me emociona.
En este nuevo libro vuelve a re-crear su obra anterior, una obra en común con Pedro Núñez, quien desciende -o se eleva-, al igual que el poeta, a la esencia, acompañando, fundiéndose con los textos con el punto y la raya, que nos acercan a la simplificación del lenguaje usado en la corrección tipográfica o, ¿por qué no?, al lenguaje musical, pues no debemos olvidar que esta obra fue concebida originalmente como poema sinfónico, y que llegó a interpretarse en Estados Unidos. Para quienes sientan curiosidad, al final del libro encontrarán una nota sobre el proceso de creación llevado hasta llegar al libro que hoy nos ocupa. Los signos empleados por Núñez aparecen al comienzo de cada sección a modo de índice alfabético. Al final del libro tomarán mayor protagonismo y esos signos se convertirán en palabras que darán lugar, más tarde, a citas.
El libro está lleno de pequeños momentos en los que en alguna parte, en algún segundo, termina por aparecérsenos el todo al que pertenecen. El ritmo es cadencioso, sin alteraciones disonantes; es el ritmo pausado de la naturaleza, con el ser humano, contenido en esa cadencia, tal vez hace miles de años, tal vez ahora mismo. Contrariamente a lo que sucede en mucha de la poesía actual, la poesía de Benito del Pliego apenas contiene información; así, es el lector o lectora quien decide, quien siente o intuye una ubicación para la escena. Es admirable cómo el poeta madrileño abre sus textos a la participación, algo tan necesario en estos tiempos, ¿verdad?
En la primera sección del libro, 'palingenesia' (capacidad de regeneración de algunos seres vivos, genial la relación de esta palabra con el tono general del libro), el contemplador crea la belleza con su mirada, la palabra es capaz de dejarnos suspendidos en ella. Contemplamos, extasiados, la lejana fronda, los troncos de los árboles, ya madera, flotar levemente en el río... Salimos de este paisaje idílico y nos adentramos en otras escenas, más cotidianas a veces, más sombrías otras..., pero la belleza y emoción permanecen, porque no estaban en el paisaje, sino en el uso que Del Pliego hace de las palabras.
Aparece con relativamente mayor claridad en la segunda sección, 'índice', que da título al libro, un sujeto poético: cada cual dibujará su contorno. Yo me atrevo a decir que he visto a alguien mitológico, tal vez de la mitología maya, una mujer, a la que, en ocasiones, vemos a través de los ojos de un hombre; ambos sobrevuelan su tiempo, mas son dioses tan cercanos...
Al llegar a la tercera y última sección, 'doble A', la poesía dialoga con el hecho mismo de escribir poesía, pero manteniendo el tono e imágenes anteriores, incluso la del sujeto poético intuido. Utiliza el autor cierto tono sentencioso, pero son sentencias que nada sentencian y que, literalmente, se van descontando, lo que nos da una mayor sensación de acabamiento de esta serie de poemas: últimas palabras que, al concluir, no lo olvidemos, dan paso al signo, que crece.
Recomiendo vivamente la lectura de este poemario para descubrir que, más allá del cansino testimonio personal de algunos poeta, de la cultura blandita del pop o los cotilleos de bar, otra poesía es posible: una poesía que nos ayude a salir del insulso mundo que nos diseña el actual modelo económico y su cultura light del entretenimiento, el 'no esfuerzo' y el resultado inmediato.
Francisco Cenamor
Poemas de Benito del Pliego y otros artículos sobre su obra
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estupendo libro hecho a dos manos que desarrolla una intensa compenetración entre signo y palabra.
ResponderEliminarTanto el texto como su notación musical maravillan. Bravo para Benito y Pedro!
Bien, parece que no soy el único raro que le gusta Benito del Pliego, jajajajajajajajaja.
ResponderEliminarQuerido Paco:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu crítica. La veo muy ajustada. La idea manida de que la poesía que "no se entiende" encubre alguna suerte de artificio o trampa,que no es humana, que no es poesía, en suma, se cae totalmente con autores tan luminosos, como bien señalas tú, como Benito del Pliego. La poesía habla, precisamente, de lo que "no se entiende". Lo demás son zarandajas.
Un abrazo,
Enrique Mercado
Benito es un crack. Si os viene bien, podéis usar la reseña como gustéis. Espero que estén yendo bien las presentaciones de la editorial, a mí siempre me coincide con mis clases de teatro. Bueno, trataré de quedar con Benito. Un abrazo.
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