No me gustó nada la manera que tuvo de irse. ¡Aquella sonrisa suya era de alegría! Pero él sonrió -¿lo viste?-. Sí, estoy segura de que sonrió... Quizás fue porque sólo le dimos pan, y comprendió el malvado que éramos pobres; o porque nos permitía dárselo en vez de arrebatárnoslo. Quizás se burlaba de nosotros porque estábamos casados, o porque éramos tan jóvenes -y él se complacía en imajinarnos viejos o muertos-. ... Estoy pensando si andará por ahí cerca todavía... Tal vez está observándonos desde los árboles...
Robert Frost en La mujer en el monte, versión de Juan Ramón Jiménez, incluido en Música de otros. Traducciones y paráfrasis (Editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2006).
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Gracias por acercarlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Me gusta lo poco que he leído de Robert Frost, leeré más.
ResponderEliminarMe uno al aplauso de la elección
ResponderEliminarMe alegro de que te guste Anita. Un abrazo.
ResponderEliminarFundamental de la poesía Norteamericana.
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