Fuiste ya como ahora desde antes que la luz
y las tinieblas fuese, cuando Dios un instante
nos tuvo entre sus dedos y me pensó aquí mismo
-mi morada suspensa, mi castellar cegado-
camino de esta última estancia que me llama.
Por la alacena rota teje una araña el hilo
dorado del crepúsculo. Más al fondo del cuarto
un ventano se abre al vacío que asientan
allá abajo las aguas, y en el aire purísimo
me suspenden las aves que cruzan en silencio.
María Victoria Atencia en Primeros poemas (1953-1961), incluido en Ex Libros (Visor Libros, Madrid, 1984).
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