Es tarde para todo: mas no para buscarte.
¿Por qué me has olvidado en la undécima hora?
Llevo ya mucho tiempo esperando en la plaza
y pasaste de largo sin querer contratarme.
Sólo pido qué hacer; dar un poco de esfuerzo
por la dicha que tuve y el amor que me diste.
Mi denario, si quieres, guárdalo para otro.
Pero toma esta vida que se me va escurriendo...
¡Cuando llegué, qué sol me cantaba en el alma!
Pensé que aceptarías lo poco que me queda.
Y aquí sigo; no hay nadie; todos tienen su sitio
y parece que nunca volverás a buscarme.
Va nublándose el día y sé que estás conmigo.
Van y vienen risueños; apresuradamente.
No me ven ni me escuchan porque Tú los llamaste.
¿Cuántas horas me quedan de esperar todavía?
Es tarde para todo: pero no para hallarte.
Y te canto, bajito, soñando mientras llegas...
Ernestina de Champourcin en Cartas cerradas (1968), (Centro Cultural de la Generación del 27, Málaga, 1997).
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