Hasta el tibio reposo de mi sueño te alzas,
ojos gualdos abiertos que saben mi costumbre:
te precede tu tacto y me roza tu aliento.
Una puerta se entorna a merced de la noche.
Me despierto de pronto y contigo comparto
tu impasible, felina quietud sobresaltada.
María Victoria Atencia en De la llama en que arde (Visor Libros, Madrid, 1988).
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Maestra del intimismo lírico y de una perfección formal que roza todos los sentidos desde la exquisitez: No en vano en este poema María Victoria muestra el savoir faire del alejandrino castellano con unos bien labrados hemistiquios gracias a la armónica disposición arquitectónica de la generosa adjetivación,tal como le enseñaron los parnasianos al poeta de Albatros...
ResponderEliminarPaco Cenamor, eres un lince y es impagable tu labor de pedagogo de la luz y de las sombras de la alta Poesía.
Gracias por tu exquisito y laborioso trabajo diario, sin duda nutriente para el espíritu. Sé que no necesitas loa ni enjuague, pero no está de más que lo saludemos. No desfallezcas nunca.
Pere Bessó
Nada, nada, Pere, se agradecen los elogios. En este caso trato de que esta buena poeta sea más conocida entre las jóvenes generaciones de poetas, cuyas lecturas tienen más que ver con poetas traducidas que con las nuestras.
ResponderEliminarUn abrazo.