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La problemática que se presenta en Dedos de dátiles nos recuerda a novelas de autores latinoamericanos que escriben o bien desde el exilio o que viven fuera de sus propios países de manera voluntaria, y el problema de la dualidad cultural invade con frecuencia a sus personajes marginales, sin duda, como reflejo de la preocupación del mismo autor. Pensemos en novelas como Maldito amor, de Rosario Ferré (Puerto Rico), La seducción de Hernán Cortés, de Luis Ponce de León (España), en varios de los cuentos de autores hispanos afincados en los Estados Unidos, como los que leemos en Se habla Español. Voces latinas en USA, texto editado por Edmundo Paz Soldán y Alberto Fuguet.
También el tema de la identidad emerge en algunas obras de varios escritores árabes que escriben en idiomas extranjeros como el caso del marroquí Tahar Ben Jellon y del libanés Amin Maalouf. Muhsin Al-Ramli pertenece a esta nueva generación universal de escritores en el exilio. Con su novela, el autor iraquí lanza dardos a los sepultadores y dictadores que cercan la vida de sus personajes, pero gracias a la literatura el escritor da fe de un testimonio que se despliega como acto de denuncia y protesta para sobrevivir, o cuanto menos, para aliviar el dolor padecido.
La lectura de la novela entretiene a un lector que lamenta los terribles hechos que le acontecen a una familia iraquí, representante y víctima involuntaria de la política “del dictador”, innombrable y no nombrado en la novela. Las tres generaciones se solapan en sus espacios concretos (el abuelo, Mutlak, en Iraq, el padre, Noé, en Iraq y España, y el nieto y narrador Selim, Iraq y España). Pero todo va en función del antes, en Iraq, y del presente histórico que se enclava en Madrid. Ambos planos cronológicos y espaciales se van intercambiando en entretenidos capítulos.
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Noé y Salim, cada uno por su lado, comienzan una nueva vida en España, y ambos se ven forzados a abandonar a su familia y a su amada patria. Alia estará en la memoria de su novio Selim hasta el final y el padre se separará de su esposa en buenos términos. Una vez en Madrid, ambos se encuentran por casualidad y retoman la relación. El lado crítico del nieto, narrador, poeta y soñador, converge con la visión del padre, dueño de una discoteca, quien ahora presenta una dualidad que le confunde a él mismo. El hijo le critica que se aleje de las pautas conservadoras que tanto defendía, y que al mismo tiempo quiera seguir fiel a unos principios, por un motivo de antaño, que ahora no parecen tener razón de ser. En esto no cambia el padre: en querer saciar su sed de venganza.
La novela ilustra interesantes puntos temáticos descritos desde el corazón, donde el humor empaña y alivia el factor trágico en ocasiones. La narrativa adquiere tonos eróticos, dejando filtrar un marco poético desplegado en los momentos más sosegados. No olvidemos que el autor es un poeta árabe y que el narrador también lo es, como en cierta medida lo son Noé y el adorado abuelo.
En la novela aprendemos del amor del narrador por su padre y su abuelo, con quienes a menudo se identifica. Averiguamos sobre Iraq, de la vida de Madrid y descubrimos la admiración que Selim despliega no solamente por el país que le vio nacer, sino también por España, que le acoge, y en el que parece haber encontrado la felicidad. Pero el final abierto, algo inesperado, arroja cierto misterio, pues el padre seguirá derroteros diferentes.
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es doctor y profesor de lengua
y literatura española
en Saint Louis University, Madrid Campus.
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
Cuando el arte de narrar está al servicio de su hora histórica, la novela se dignifica.
ResponderEliminarEsta es una novela de un buen amigo.
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