El agua brotaba de los tubos, de los hoyuelos,
de charcos, de vallas, del viento, del techo,
desde la sexta hora tras la medianoche,
desde la cuarta y desde la segunda.
Las aceras estaban resbaladizas,
y el viento alzaba el agua rojilla maleja,
y se podía llegar hasta Podolsk
sin encontrar a nadie en el camino.
A las cinco largas, cual trozo de paisaje,
de la escalera, húmeda de golpe,
cayóse al agua con chasquido fuerte
un cansado: "Bueno, ¡hasta mañana!"
Después, el bloque automático
de los martirios comenzaba,
donde, presintiendo canalones de desagüe,
Oriente me hechizaba maquinalmente.
Dormitaba de lejanía
ataviándose con descuido
sobre sopa de hielo y escarcha,
y daba grititos y toses
tras la sopa beoda de marzo.
Y la noche marceña y el autor
iban juntos, y a los dos en disputa
la gélida mano del paisaje
los llevaba a la casa
desde el lugar de reunión.
Y la noche marceña y el autor
andaban deprisa,
fijándose de tarde en tarde
en un fantasma
que, fugaz, parecía pasar de verdad,
ocultándose luego, de pronto.
Era el amanecer. Y como anfiteatro
surgido a la voz de la anunciadora
venía hacia los dos aquel mañana
pronunciado en aquella escalera.
Venía con el molde, como un carpintero
que hace marcos de ventana.
Casa, árboles y templos
parecían extraños, ignotos,
en el vacío del marco inaccesible.
Ellos, en hexámetro de tres pisos,
se desplazaban a la derecha por el cuadro.
A los desplazados los sacaban muertos,
y nadie notaba la pérdida.
1922
Boris Pasternak en Temas y variaciones, incluido en Por la paz y por el pan. Obra completa. Tomo I (Ediciones 29, Barcelona, 1978, trad. de César Astor).
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