El cuerpo contrahecho.
El corazón sudando a mares.
La cremallera abre los sexos.
Conspiran los límites
y la carne muerde.
El aire atrapa el placer,
la calza un susurro,
recipientes colmados
para un alma en deshielo.
Los otros labios rezan.
Yo los espío.
Yo macero la lluvia que me quema la boca.
Soy una hogaza dentada.
Soy una mosca aterida en medio del naufragio.
Soy una mano que tiembla.
Soy un espectro de hiel, un mal augurio,
un roedor, la palabra
que no se pronuncia,
que apenas se sopla.
Laia López Manrique, incluido en Aldea poética IV. Sxo (Editorial Ópera Prima, Madrid, 2009).
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