Hay calma en el enebral espeso.
El otoño, potro taheño, peina su crin;
sobre la orilla del río suena
el retín azul de sus herraduras.
El viento, ermitaño de paso cauteloso,
aplasta la hojarasca en el camino
y en una mata de serbal besa
las llagas rojas de un Cristo invisible.
1914-1916
Serguei Yesenin en El último poeta del campo (Visor Libros, Madrid, 1974, trad. de José Fernández Sánchez).
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