Ocurre solamente que el movimiento y el calor
Son como el calor y el movimiento de una mujer.
No es que exista ninguna imagen en el aire
Ni el principio o el fin de una forma:
Hay un vacío. Pero la mujer en un oro sin hebras
Nos quema con los cepillados de su traje
Y una disociada abundancia de ser,
Más categórica por lo que ella es-
Porque está desencarnada
Llevando los olores de los campos de estío,
Confesando el taciturno y aun así indiferente,
Invisiblemente claro, único amor.
Wallace Stevens en Las auroras de otoño y otros poemas (Visor Libros, Madrid, 1993).
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