Su cabeza es aire. En cada cielo, por la noche,
Debajo de su cola se abren ojos que nos miran.
¿O esto es otro culebrear fuera del huevo,
Otra imagen al final de la caverna,
Otra sin cuerpo para la vieja piel?
Aquí es donde vive la serpiente. Éste es su nido,
Estos campos, estas colinas, estas teñidas distancias,
Y los pinos encima, y a lo largo y al costado de el mar.
Esto es forma engullendo lo informe,
Piel relampagueando hacia desapariciones anheladas,
Y el cuerpo de la serpiente relampagueando sin piel.
Ésta es la altura emergiendo y su base
Estas luces pueden finalmente alcanzar un polo
En la semicerrada medianoche y encontrar la serpiente allí,
En otro nido, el amo del laberinto
De cuerpo y aire e imágenes y formas,
Inexorablemente en posesión de la felicidad.
Éste es su veneno: que hemos de desconfiar
Incluso de esto. Sus meditaciones en los helechos,
Cuando se movía tan apenas para estar segura del sol,
Nos hizo no menos seguros. Vimos en su cabeza,
Anillada de negro sobre la roca, el animal moteado,
La hierba móvil, el Indio en su claro del bosque.
Wallace Stevens en Las auroras de otoño y otros poemas (Visor Libros, Madrid, 1993).
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Esa serpiente...
ResponderEliminarLa simbología se esconde detrás de la serpiente.
Un autor casi olvidado.
Un buen poema.
Un abrazo,
Estel J.
Sí, algunos de estos estadounidenses tan reflexivos y narrativos dejaron mucha huella, aunque tal vez este sea de los menos conocidos en España.
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