Llueve
sobre los aterciopelados
andenes de la memoria,
con placidez añeja y voluminosa,
con delicada rabia prepotente.
Llueve.
Llueve tus labios
bajo el tibio moho de los soportales,
lejanos, como rocas milenarias,
volcánicos;
como eslabones decadentes del pasado.
Tus labios rememorando el tiempo,
resucitando calendarios.
Llueve.
Llueven tus ojos rodeando las fachadas
como gaviotas perdidas entre neón y asfalto.
Tus ojos accidentando el paisaje,
provocando rúas de empedradas auroras
en el vértice de mi alma deshabitada,
de mi corazón quebrado por la ausencia.
Llueve.
Llueven tus manos como eucaliptus,
despidiéndose... eternamente.
Sacra Leal en La revolución del llanto (Ediciones Torremozas, Madrid, 1994).
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Joder, vaya si llueve; desde luego, siempre acierto con los poemas, jajaja.
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