He leído el libro Poesía 1945-1969, de Carlos Edmundo de Ory (España, 1923-2010), una edición a cargo del también poeta Félix Grande (EDHASA, Barcelona, 1970). He estado a punto de no escribir este artículo, pues, según dicen, no se ha hecho justicia con el poeta gaditano y permanece en el olvido. Bien, lo digo al principio: a mí no me ha gustado demasiado.
Carlos Edmundo de Ory fue uno de los poetas que durante el pasado siglo se dedicó a reflexionar y, en cierta medida, a experimentar en torno a la poesía. Esta actitud no gusta demasiado en el canon poético español, ni siquiera a muchos de los pocos lectores habituales, que prefieren la seguridad de lo de siempre en rostros nuevos. Empezó su carrera poética con poemas de corte clásico, como liras y sonetos, aunque las temáticas enseguida comenzaron a situarse del lado del surrealismo, barrido del mapa diez años antes en España por el terrible golpe de estado fascista de 1936 y la posterior y brutal represión (a este efecto, acabo de ver también la excelente película de Benito Zambrano La voz dormida).
Junto con Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi fundaría, hacia 1945, el “postismo”. El nombre en sí era bastante pretencioso pues quería significar la síntesis de todas las anteriores vanguardias. Pretendían rescatar del olvido esas vanguardias y volver a dar primacía, a la hora de escribir sus textos, a la imaginación, al subconsciente frente al realismo. Pretendían, igualmente, prescindir de toda norma en el uso del lenguaje. Para ello, el poeta se valió del juego de palabras o el tono irónico y humorístico, con gran profusión de rimas que incidían en ello. Algunos de estos poemas tan rimados e irónicos me recuerdan por momentos a los de su antecesor José Bergamín o a los de su contemporánea Gloria Fuertes.
La lírica es el centro fundamental de su poesía; él mismo es, en numerosas ocasiones, una de sus imágenes favoritas, escribiendo, desentrañando dónde, cuándo y por qué escribe. Pero, a pesar de su pose vanguardista, expresada en la continua elaboración de manifiestos artísticos, su poesía no parece especialmente vanguardista, me da la impresión de que cuando recupera el surrealismo ya es demasiado tarde, otros surrealistas americanos y europeos están ya en otra cosa, precisamente porque siguieron adelante en su proceso.
Por momentos me ha resultado cansino el yo atormentado y quejica hacia el que derivó su poesía tras la época más experimental. Al menos, sabía usar diversos registros y tenía variedad estilística, lo que le situaba al margen de la poesía social y experiencial que, salvo honrosas excepciones, se impuso como normativa en la posguerra y, sorprendentemente, aún continúa dominando el panorama, al menos en los centros de poder: premios, Universidades, editoriales principales... También el hecho de fijar su residencia en Francia en 1955 contribuyó a esa marginación dentro de la poesía española.
Y, en fin, aunque no me haya gustado esa parte oscura, fea, atormentada, retorcida incluso, de Carlos Edmundo de Ory, reseñaré como de interés la serie escrita entre 1945 y 1948 'Laocoonte y la luna', calificados de “romances postistas”, en la que veremos claramente esa relación con el surrealismo, o la colección de frases titulada 'Aerolitos', cuya primera edición aparecería en 1962. En ambas es de agradecer la práctica desaparición del yo del poeta como sujeto poético.
Seguro que más de uno o una ha leído también a este poeta, espero vuestras opiniones para, tal vez, verlo desde otra perspectiva. Y con la salvedad de que desconozco su poesía posterior a 1969.
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Para que se te pase el mal sabor de boca que parece te dejó la poesía anterior a 1969 del gaditano, te recomiendo la lectura (si es que no) de "Melos Melancolía" Ediciones Igitur 1999.
ResponderEliminarSi es que sí, espero que estés conmigo en que este libro es uno de los mejores libros de poesía de los últimos 20 años.
Saludos.
Releo "Música de lobo" [antología poética (1941-2001), Galaxia Gutenberg, 2003] como si fuera "El libro de los abrazos" o un libro de aforismos de Nietzsche.
ResponderEliminarDescubrir a Ory -un poco tarde, hace unos 10 años- fue una bocanada de aire fresco en mi vida.
Verde como estoy aún en lecturas -ya sabemos que esto nunca acaba- encontré en él a un hermano, a un padre, a un amigo y si me apuras... hasta un amante.
Hay etapas en su poesía de difícil comprensión para mí, el resto, no obstante, me llega... ¡y de qué manera!
Te recomiendo -si es que no lo has leido ya- la lectura de "El elegíaco y el indagador (una lección de Carlos Edmundo de Ory)", un breve ensayo sobre la poética de Ory, incluido en el libro "Resistencia de materiales" de Jorge Riechmann (Montesinos, ensayo, 2006). Bueno, el libro entero es recomendable, cómo no.
Un saludo.
Felipe.
Con lo de Galeano o Nietzsche me refiero a que Ory es uno de esos libros de cabecera al que uno acude a oleadas... según el nivel de ciclotimidez que se tenga :)
ResponderEliminarLas novelas -como le ocurre a Carver- me agobian. No soy capaz de concentrarme. Prefiero pequeñas dosis ya preparadas...
Saludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Tomás, lo tendré en cuenta y lo buscaré.
ResponderEliminarBien Felipe, veo que tendré que seguir indagando en Ory, más adelante de donde lo dejé.
Pues muchísimas gracias a los dos por los consejos, intuá que no debía dejar de lado tan pronto a este autor. Tuvo la valentía de experimentar en un momento en que nadie quería experimentos.
Un abrazo.