No solamente en España se habla de memoria histórica. Por mucho que los hacedores de tanta barbarie se nieguen, es un paso que toda sociedad debe dar para ponerse en paz consigo misma. La novela del sudafricano Tony Eprile La persistencia de la memoria (Velecío Editores, Madrid, 2008) hace memoria de lo que fue el apartheid en su país.
Lo hace de una manera sencilla, desde lo más cotidiano, e incluso, en ocasiones, de manera distanciada de ese pasado. Se trata de la vida, escrita en primera persona, de un joven miembro de la comunidad judía de Johannesburgo, nacido hacia mediados de los años sesenta. Es una buena persona en medio de un conflicto terrible, que apenas se percata de la importancia de este.
La infancia del personaje es entrañable y nos ofrece mucha información sobre la historia de Sudáfrica, las distintas comunidades que lo pueblan y cómo se establecieron allí. Nos cuenta, con toda su ternura de gordito simpático maltratado por sus compañeros de clase, desde la vida de sus antepasados y su llegada a Sudáfrica hasta el final del apartheid en medio de su servicio militar obligatorio.
Hay un rasgo del personaje, su prodigiosa memoria, que pasará casi desapercibido y apenas servirá para relatar alguna curiosa anécdota, hasta que nuestro protagonista conozca, durante su servicio militar, a un oficial del Ejército, amistoso, elegante, inteligente, gran defensor de la superioridad racial blanca, que tratará de convertirse en su amigo y de quitarle la mirada inocente que sobre el mundo tiene.
La novela está plagada de palabras utilizadas por los boers, los habitantes sudafricanos de origen holandés, a quienes este simpático judío pinta como paletos señoriales. Para seguir estas palabras, al final de la novela encontramos un diccionario.
Dentro de las decenas de pequeñas anécdotas que cuenta la novela, encontramos una aún más curiosa: el profesor de instituto con el que el protagonista adolescente quiere estudiar es Coetzee. ¿Se trata tal vez del Premio Nobel de Literatura John M. Coetzee? La novela tiene tantísimas referencias a la realidad, que seguramente sea así.
Otro de los aciertos de la novela es la ironía. Ironía, que, además de mantenernos toda la novela con una permanente sonrisa, consigue que los momentos más dramáticos (muy pocos, a pesar del tema tratado) no lo sean tanto. Y hay otros dos aspectos que sorprenden, pero que, a mi entender, dan a la novela mucha más profundidad. El primero lo componen los cortes de la narración en los que un narrador diferente opina sobre la vida del personaje central de la novela. Y el segundo es cuando, sin intuirlo en absoluto, la novela sufre un vuelco que nos deja perplejos, e incluso sin saber donde estamos. Pero, precisamente, este vuelco es el que terminará dando todo su sentido a la novela.
Tony Eprile nació en Sudáfrica y poco podemos saber de él buscando en Internet. A pesar de ser un autor muy poco conocido (solamente había publicado antes un libro de relatos) y a pesar de establecerse en una ciudad poco conocida de Estados Unidos, La persistencia de la memoria, su primera novela, fue declarada novela del año 2004 por diarios tan prestigiosos como New York Times, The Washington Post y Los Angeles Times.
Francisco Cenamor
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