-->Los problemas de carácter social no son extraños para los escritores. Muchos han sido los que los han tratado desde la antigua Grecia hasta nuestros días. Y en los últimos años hay muchos ejemplos de literatura, y también cine, en la que un grupo que vive tranquilamente en mitad de la naturaleza es presionado por la industria del ladrillo o la extracción para que abandone su pequeño paraíso. Hasta Steven Seagal salvó de la codicia capitalista a los inuit
(esquimales) en una de sus violentas películas.
Pero, a diferencia de mucha de esa literatura, Potiki (Editorial Txalaparta, Navarra, 1999) está escrita por una persona que conoce bien el asunto que se trata en la novela y el grupo étnico protagonista de la misma: Patricia Grace es maorí, nacida en Nueva Zelanda, en una localidad de la Bahía Hongoeka , y escribe en su lengua de origen. Se trata, sin duda, de la autora maorí más importante del pasado siglo.
En su novela retrata su propio pueblo entrando en la modernidad occidental, más por imposición que por gusto, a regañadientes y con permanentes luchas relacionadas con la importancia que otorga su cultura a la tierra y los ancestros. Nos adentra en una cultura que agradece a su tierra y al mar el alimento que saca de ella y que convive con sus muertos, a los que considera parte de un todo con los vivos.
Pero claro, donde los habitantes de estos paraísos naturales ven una relación de simbiosis con el entorno, unas relaciones personales basadas en el consenso y la solidaridad, siempre hay algún codicioso empresario o algún político megalómano que ve un futuro parque de la naturaleza con sus chalecitos a pie de playa, sus chiringuitos y sus salvajes vestidos con taparrabos para dar autenticidad al lugar.
En la novela de Patricia Grace se nos muestra a los habitantes de este pequeño paraíso tal como son: con sus pequeñas miserias, su relación tranquila con la naturaleza, sus costumbres, sus propias formas de organización y gobierno, su manera amplia de entender la familia, su peculiar manera de integrar las religiones extrañas como el cristianismo.
Los protagonistas son todos del mismo whanau, familia más amplia que la occidental y que comparte el mismo terreno, al que cuidan y del que extraen recursos, donde están sus muertos, y cuyo centro es una casa de reunión que comparten entre todos y con quienes les visitan.
La novela es de una sencillez apabullante, casi rozando en el maniqueísmo. Aunque, como veremos, surgen diferencias de matiz entre los miembros de la familia a la hora de enfrentar la agresión que sufren para que se vayan de su tierra. Esto aporta algo de complejidad a la novela, aunque no está exenta de cierta idealización. Por lo demás, en nuestro frenético y complejizado ritmo occidental, casi resulta pueril la forma de vida y de reflexión sobre el mundo que tienen los maoríes. Aunque, poco a poco, nos vamos dando cuenta de la profundidad espiritual de su sencilla forma de vida.
El abaratamiento de los transportes debido al bajo precio de los combustibles (sí, no es un error, bajo precio, pues no se incluyen los costes reales de su extracción y los gastos derivados de la limpieza de la contaminación que ocasionan y otros elementos similares, lo que, en términos económicos se llama “externalización de los costes”), está convirtiendo toda una serie de paraísos naturales que quedaban libres de la codicia occidental y local en centros turísticos que se desarrollan sin ningún control de las autoridades locales o con el consentimiento corrupto de las mismas. El viaje al Caribe es el banderín de enganche, pero otros paraísos están siendo puestos a la venta en muchas partes del planeta, incluida la democrática y moderna Nueva Zelanda.
Los habitantes ancestrales de estos lugares son corrompidos por el dinero, que se ofrece a unos y a otros para enfrentarles entre sí en rastreras estrategias. Y esta es la manera más pacífica: abundan los ejemplos de expulsiones masivas e incluso asesinatos y persecuciones. En la novela aparecen las dos formas de actuar por parte de los empresarios de la industria del ocio.
Un acierto de los editores de la novela es no haber traducido en el texto los términos que son específicos de la cultura maorí y la elaboración de un extenso glosario que podemos consultar de manera práctica.
Técnicamente, la novela presenta aspectos más tradicionales, combinados con estilos literarios más modernos. Comienza con un narrador clásico de historias étnicas, de tradición oral, que nos advierte de que esta es la historia de su pueblo. Pero cuando comienza la acción, aparece una combinación de diferentes narradores en primera persona, omniscientes o no, y un narrador en tercera persona que podría ser cualquiera de los miembros de la familia. Está dividida la novela en capítulos muy cortos siempre con un protagonista central diferente y con muchos coprotagonistas, como corresponde a una cultura de familia amplia. Se trata de relatos que podrían ser individuales, pero que van creando un cuerpo común en la historia de la familia protagonista. Cuando estalla el conflicto, los capítulos comienzan a tener continuidad y algunos nos dan visiones del mismo hecho por parte de personajes diferentes.
En lo que a la trama se refiere, cuando el conflicto estalla y la empresa constructora intenta expulsar violentamente a la familia protagonista no aparece Steven Seagal o Superman o Indiana Jones, como lo haría en cualquier espectáculo barato occidental, no. Los habitantes de este pequeño paraíso recurren a sus redes sociales, a la ciudadanía, a la sociedad civil para que les proteja de la codicia homicida, a la solidaridad de su gente y también a la del hombre blanco. Son personas normales y cuando el conflicto llega a su clímax, la violencia se desata, porque no todo el mundo tiene la misma capacidad de aguante.
Es una novela con un ritmo pausado, como el pueblo que retrata, lleno de magia (la magia es real) y ritualidad, ideal para decelerar nuestro ritmo de vida mientras leemos y conocemos esta cultura tan alejada de nosotros en el espacio.
increible este escrito lo tengo que leer con mas detenimiento pero es genial
ResponderEliminarEs un poco árida al principio, pero merece la pena. Nosotros tuvimos problemas para conseguir ejemplares, necesitábamos 15 y solamente nos sirvieron 8.
ResponderEliminarUn saludo.