Vida y destino (Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2007, trad. de Marta-Ingrid Rebón Rodríguez), de Vasili Grossman (Verdichev, 1905-Moscú, 1964) es mucho más que una novela, y no precisamente por sus más de 1.100 páginas. Es una mirada tierna a quienes sufrieron, sí, a la vez, tres de los acontecimientos más terribles del siglo xx: el nazismo, el estalinismo y la Segunda Guerra Mundial. Pero también es un estudio sociológico, político, antropológico..., sobre las consecuencias de los totalitarismos (fascista o comunista) sobre las gentes sencillas.
Y por enumerar más cosas que podría ser esta novela: un estudio histórico sobre el por qué de la persecución de los judíos; o un tratado sobre el miedo, la delación, la solidaridad, el amor al otro, el servilismo, el arribismo, la burocracia, el abuso del poder, la violencia, la estrategia militar y la guerra, la esperanza y la desesperanza... Pero como dije al principio, es, sobre todo, una mirada tierna al ser humano.
Su autor, Vasili Grossman, fue un escritor y periodista que vivió la mayor parte de su vida bajo el Gobierno autoritario de la extinta Unión Soviética, llegando a ser un reconocido intelectual afín al régimen. Se convirtió en el primer periodista que narró al mundo la existencia de los campos de exterminio nazis y, como se ve en la novela, tenía un conocimiento absoluto sobre los mismos: como se construyeron, ideología, funcionamiento interno, formas de vida en su interior...
Pero también tenía un gran conocimiento sobre el cruel funcionamiento interno del estalinismo y tuvo que sufrir muy de cerca las purgas supuestamente ideológicas (en la novela veremos la lógica absurda de las detenciones) de 1937, viviendo la injustificada detención, tortura y asesinato o deportación a campos de trabajo de sus familiares, amigos e incluso su misma compañera, a quien consiguió liberar un año más tarde.
Su monumental obra, considerada por muchos el Guerra y paz de la Segunda Guerra Mundial, se intentó publicar en la Unión Soviética a principios de los años sesenta, en la editorial de una de las revistas para las que trabajaba. Al poco de presentar el manuscrito, su apartamento fue asaltado por el KGB y confiscados todos los soportes que pudieran contener la novela, incluida la cinta de la máquina de escribir.
A finales de los 70, ya fallecido Grossman, el físico nuclear, luchador de los derechos humanos en la URSS, Andrei Sajarov, dio por casualidad con un antiguo amigo de Grossman a quien este había dejado una copia antes de entregar la suya a la editorial. Sajarov fotografió las páginas y consiguió pasarlas a Europa Occidental: Suiza fue el primer país en ver publicada la novela en 1980. A partir de ahí se convirtió en una obra de culto entre intelectuales antiautoritarios y personas comprometidas con los derechos humanos.
Pero su llegada a España no se produjo hasta cinco años más tarde, cuando en 1985 Seix Barral editó una tirada que pasó sin pena ni gloria. Hasta que el año pasado surge la sorpresa, incomprensible para muchos: la nueva edición se convierte en un bestseller y encabeza durante varias semanas las listas de los libros más vendidos. La verdad, que un libro como este se convierta en un súper ventas es una bendición del cielo, pues como ya he dicho, no es solamente una novela, tiene capítulos que son verdaderos tratados de filosofía.
La novela gira en torno a una saga familiar, la famila Sháposhnikov, refugiada en Kazan de la guerra y que, más tarde, volverá a Moscú. El padre, Víctor Shtrum, de origen judío, es un físico nuclear que vive bajo el temor a ser hundido por la burocracia y la exaltación de sus éxitos profesionales. Alrededor, decenas de familiares que irán apareciendo en diferentes situaciones históricas y geográficas: en la heroica defensa de Stalingrado, en los campos de trabajo estalinistas, en los campos de concentración alemanes, en la reserva, en batallones de primera línea..., viviendo y muriendo en manos de estados totalitarios cuya lógica les supera. Además, con un conocimiento bárbaro de los acontecimientos históricos que relata, personajes reales aparecerán brevemente ejecutando sus papeles, incluidos Stalin y Hitler.
El narrador de la novela suele centrar la narración en torno a un personaje concreto, saltando de escenario en escenario, volviéndonos tal vez un poco locos al principio por la acumulación de personajes y nombres rusos, con motes, diminutivos, nombres familiares..., hasta que vamos haciéndonos una composición de lugar de toda la familia. La interacción del narrador con cada protagonista es tal, que por momentos parece una primera persona y nos metemos en la piel de los protagonistas. Por el tono, en absoluto se trata de un panfleto antifascista o antiestalinista: la realidad que nos presenta es terriblemente compleja como para analizarla de manera simple. Además, y no me canso de repetirlo, el protagonista principal de la novela es el ser humano concreto que tiene que sufrir la locura de los poderosos hasta el punto de perder de manera humillante su propia vida.
Está tan bien escrita, que pasaremos por la batalla de Stalingrado como si estuviésemos viendo una película. Poética por momentos, terrible cuando describe la muerte de personas concretas (dos miembros de la familia Sháposhnikov) en una cámara de gas. Pero, sin duda, la fuerza de estremecedores relatos como el de la cámara de gas la debemos también a la traductora Marta-Ingrid Rebón Rodríguez, que ha traducido directamente del ruso.
Para mí, gran amante de la literatura rusa, esta es, sin duda, una de sus mejores novelas. Y que nadie diga que es fácilmente manipulable por defensores del capitalismo para atacar al comunismo, no: su defensa de la democracia y del ser humano como centro de la política y la economía entra en franca contradicción con el sistema económico que actualmente domina el mundo y que pone el beneficio económico en el centro del mismo.
Aplausos por este blog maravilloso. Un hallazgo estupendo.
ResponderEliminarSaludos,
Dee
Muchas gracias Delsye, espero que sigas con fuerza en tu joven blog. Apunto la dirección para hablar sobre el mismo en el futuro.
ResponderEliminarUn saludo.