Como pepitas de oro encerradas en cristal
antiguo relicario sin principio ni fin
he aquí que las vías se elevan al centro
escala de Jacob arrojada al desgaire
cada uno encontraría su estela
cada uno labraría su bordón
del ancho gran morral del cielo instituido
caerían los trozos de nube devanada
seguir el camino era sólo cuestión de forma
decir adiós y nunca más volver la cabeza
ni las llagas en los pies ni las cicatrices del alma
podrán detener el lento paso de los viandantes
agua fresca que brota del manantial
milenaria sombra sobre rugoso tronco
en lo alto del monte reside el silencio del aire,
aire callado entre siete columnas elevado
al fondo el altar, desnudo altar de brazos siete:
el aire se cuela y agita labios de rezos impensados
impronunciable palabra sin eco en el santuario.
Angelina Muñiz-Huberman, incluido en Las palabras de Miriam (Ediciones Torremozas, Madrid, 1999, ed. de Marjorie Agosin).
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