cerraron la ventana, el espejo
y el cuarto vacío donde se podía llorar solo.
Agujeros, números, sonidos. Carne, color carne, occipital,
piedras pómez, columnas limpias, los jardines.
No dicen nada de mi antena, de las rayas en la cara
o de la luz que se cuela entre las sombras.
Nos obligaban a padecer dolores, a mirar al rostro,
a decir Alejandría,
hórrido amor
hegemónico aerolito hidalgo bullicio pleamar.
Acostumbrábamos a dibujar puntos pequeños antes de encallar
o dejar el archipiélago.
Nos educaba un policía
martillando metacarpos parietales
sin martillo.
Rodrigo Arroyo en Chilean poetry (2008), incluido en Con mi caracol y mi revólver. Muestra de poesía chilena reciente (Vallejo & Co., Internet, 2018, selec. de Diego Alfaro Palma).
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Hermoso y potente poema, como las olas del mar al chocar contra las piedras. Impacta y aterra a la vez que ejerce una atracción casi hipnótica, por su ritmo y su urgencia. Me gustó mucho. Saludos!
ResponderEliminarCoincido contigo, este poeta sabe dotar de una fuerza terrible a sus imágenes poéticas. Doloroso. Un abrazo.
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