Se hallará sola en la siniestra tumba.
Nadie querrá saber lo que en secreto
Tu corazón y tu conciencia ocultan.
Sé silencioso en soledad tan grande,
Que no es tal soledad, pues te circundan,
Los espíritus todos de la muerte,
Que ya en vida rondaban en tu busca.
Ellos querrán ensombrecerte el alma
Con sus negros arcanos y sus dudas.
Sé silencioso en soledad tan grande;
Cierra los labios cual la misma tumba.
Y la noche, aunque clara y luminosa,
Se tornará de pronto en cueva obscura;
Desde sus altos tronos las estrellas
No alumbrarán tu soledad adusta.
Mas sus rojizos globos sin fulgores
Han de ser a tu tedio y a tu angustia
Como incendio voraz, cual una fiebre,
De los que libre no has de verte nunca.
No podrás desechar los pensamientos
Ni las visiones que tu mente turban,
Y que antes en tu espíritu dejaban
La huella del rocío en la llanura.
La brisa, que es de Dios el puro aliento,
Soplará en torno de la helada tumba,
Y en la colina tenderá su velo
La niebla vaporosa y taciturna.
Las tinieblas, las sombras invioladas
Símbolo y prenda son: hablan y auguran.
Sobre las altas copas de los árboles
Tiende el misterio su cerrada túnica.
Edgar Allan Poe en Poemas (Fundación editorial El perro y la rana, Caracas, 2017, trad. de Juan Pablo Rivas).
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