sobre campos y aguas plateados,
donde aletea el céfiro
y mil aspectos vagos,
y objetos engañosos
fingen sombras lejanas
en las ondas tranquilas,
en ramos, setos, villas y colinas;
llegada al confín del cielo,
tras Alpes, Apeninos o Tirreno,
en infinito hueco
cae la luna; y el mundo palidece;
se van las sombras, y una
oscuridad confunde monte y valle;
ciega la noche queda,
y, cantando con triste melodía,
la última luz del astro fugitivo,
que hasta ahora le fue guía,
saluda el carretero en su camino.
De tal modo se aleja
y abandona la vida mortal
la juventud. En fuga
van sombras y apariencias
de los gratos engaños; y se esfuman
lejanas esperanzas
en que se basa la mortal natura.
Abandonada, oscura
queda la vida. A ella dirigiendo la mirada
busca, en vano, el confuso caminante,
del largo camino que ante él se extiende
una meta o razón; y ve
que es para él la humana
sede, algo en verdad extraño.
Demasiado feliz, dichosa
nuestra mísera suerte
pareciera allá arriba si el juvenil estado,
en donde un bien es punto de mil penas,
durase todo el curso de la vida.
Dulce y excesivo secreto
el que sentencia a muerte al animal,
si en medio del camino
no se diesen pesares
mucho más duros que terrible muerte.
De inmortal intelecto
digno hallazgo y extremo
de cada mal es para los eternos vejez,
donde se encuentra
incólume deseo y esperanza extinta,
secas las fuentes del placer, las penas
mayores siempre y no se da el bien.
Vosotros, lomas, llanos,
caído el esplendor que al occidente
plateaba el velo de la noche,
huérfanos tan gran tiempo
no quedaréis: que por el otro lado
veréis pronto el cielo
palidecer, y resurgir el alba;
y siguiéndole el sol,
y fulgurando en torno
con llamas poderosas,
de lúcidos torrentes
inundará los cuerpos y los campos.
Mas la vida mortal, cuando la hermosa
juventud se apaga, no ilumina
nunca con otras luces ni otras albas.
Viuda es hasta el fin; y a la noche,
que otras edades oscurece,
marcan los dioses como sepultura.
Giacomo Leopardi, incluido en Antología esencial de la poesía italiana (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1999, selecc. de Luis Martínez de Merlo, trad. de Antonio Colinas).
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