Los afinadores
tienen un sentido doméstico.
Carecen de normas para el paisaje,
sus topografías se deben al hundimiento,
(rugosa es la pared
que dejan al pianista,
rugosa, y en las esclusas
la facultad de los reflejos)...
Los veía subir
por la rampa
rozando con sus varillas
el piso de la sinagoga.
En la saleta de conciertos
como el principio de una casta,
la tozudez.
Se encendían dos hileras de luces
que aseguraban el esplendor del piano.
(cráneos fracturados,
sólo matices ámbar
demoliendo en un polvo virtual
las imágenes).
Alguien los acompañaba,
más tarde los oíamos despedirse
y montar en un auto.
Detrás, el desfiladero,
la densidad,
el espejo envejecido del camerino.
Ricardo Alberto Pérez, incluido en Poesía Cubana. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2011, ed. de Víctor Rodríguez Núñez).
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