Una hoja de roble fue arrancada
de la rama nativa
y por la estepa se alejó rodando,
arrastrada por viento impetuoso.
Seca y marchita por los fríos,
por los calores y el dolor
llegó rodando hasta el Mar Negro.
Junto al Mar Negro crece una palmera.
Murmura en ella el viento, acariciando
sus verdes ramas al pasar.
En las ramas se mecen aves del paraíso
que cantan sus canciones a la Reina del Mar.
Al tronco de la palma se estrecha el caminante,
con profunda tristeza así le dice:
Soy una pobre hoja de roble.
Crecí en mi patria fría,
sola y sin meta ya hace tiempo
que vago por el mundo.
Me he secado, sin sombra;
me marchité sin sueño y sin descanso.
Recibe al extranjero
entre tus hojas de esmeralda,
sé muchos cuentos raros y asombrosos.
¿Y para qué te quiero? —responde la palmera.
Estás llena de polvo, amarillenta,
no haces pareja con mis hijas,
has visto muchas cosas... ¿qué me importan tus fábulas?
Hace ya tiempo que cansó mi oído
también el canto de los pájaros.
¡Márchate, caminante, que yo no te conozco!
Yo soy amada por el sol,
por él florezco y brillo.
He extendido mis ramas por el cielo
y el mar helado baña mis raíces.
Mijaíl Lérmontov, incluido en Poetas rusos del siglo XIX (Ediciones Rialp, Madrid, 1967, selec. y trad. de María Francisca de Castro Gil).
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