Vivíamos tan felices
allá en lo alto de las montañas
y a las ricas planicies les
dábamos la última mirada.
Y ellos llegaron
tan furiosos como la tormenta
dejando a los pueblerinos en un sudario sucio
oteando por presa algún vestido en uniforme aguilado.
Y lo que siguió fue la masacre
y murió aún más gente
y en revancha
mandamos más soldados.
Y la oscura tormenta apocalíptica
de los hijos del diablo
engulló cada pueblo,
pero cada uno de sus pasos fue contraproducente.
Y mandamos a nuestros niños
a luchar en la nieve cruel:
y las cartas partisanas
quedaron lejos del ojo enemigo.
Y tan pronto aquella tormenta
quedó desarticulada por el destello verde
hasta perder su forma.
Hasta que ningún rayo del mal fuera visto nunca más.
Miriam H. Monarres , incluido en Revista Kametsa (6 de julio de 2021, Perú, trad. de Alejandro H. Monarres).

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