Quien haya construido una casa y no la haya habitado,
quien haya plantado una viña y no haya cosechado,
quien tenga una prometida y no la haya tomado,
que vaya con la esposa y las uvas
y disfrute de cada una por un año
antes de unirse a otros en la guerra.
Que quien tenga miedo, o sea blando de corazón
se quede en casa y no liquide el coraje
de sus hermanos en la guerra.
He leído estas reglas en libros sagrados
y he querido pertenecer a un pueblo antiguo
de buen corazón con la juventud.
Porque he dejado la cosecha en flor,
la casa sin techo
y a la muchacha en el tren.
Bajo la noche soy un centinela
sobre la cumbre, en una garita
de una guerra insomne.
La metralla arrasa el hielo a la luz de la luna
espero que un temblor me sacuda el frío.
Tengo miedo del cielo, que no haya día
tengo miedo del suelo, que me trague vivo
tengo miedo del aliento que asciende en la oscuridad
y que me convierta en una diana,
tengo miedo, señor: ¿por qué a mí?
¿Por qué no tengo derecho a vivir
y debo en cambio rezar de rodillas?
No me basta el mañana, yo quiero toda la vida
acostumbrarme a los años, ir a la noche de los hijos
e incluso a sus tumbas en esta noche de blasfemia.
Quiero tener sueño junto a la muchacha
cuando tenga los cabellos blancos.
¿Por qué debo rezar de rodillas
para vivir, explotar hasta la escoria
la vida que me llena?
¿Quién de nosotros tendrá derecho a esto?
No será el más justo, ni el mejor,
podría ser yo, señor, apaga
tus estrellas con las nubes
para dejarme invisible a la mira
y a las imprevisibles esquirlas,
pero, si no puedes
protegerme o no quieres,
no dejes mi cuerpo sobre las piedras
y no des mis ojos a los cuervos.
No me pidas cuentas de la cólera
contra ti, no sé rezar mientras lloro.
Cuando hiela no salen las lágrimas,
lloraré en primavera.
Erri de Luca, incluido en Arquitrave (nº 69, abril-julio de 2021, Colombia, versiones de Harold Alvarado Tenorio).
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