Sabe que la más alta felicidad yace en el acuerdo con el medio
Y no en los innombrables rayos de la luz del sol y de la luna
Que penetran en las profundidades amargas.
También las lluvias y los vientos frecuentes, esas olas de violencia inusitada,
La ostra los soporta desde hace tiempo: los ha aguantado, de hecho,
Mientras envejecía, mientras ellos transformaban todo lo que ella había poseído.
En las entrañas de las ostras y de las conchas la perla oye el ruido de los pasos:
Los hay que se han dado deprisa y los hay que han dudado.
Uno tras otro, una y otra vez, esos son todos los pasos que ya se han dado.
La perla vive en su morada: ahí esconde su luz,
Pero cuando las cosas se ponen feas: la perla muestra su viso.
Por supuesto, ella toma sus precauciones:
Sabe que el buscador de perlas acecha por todos los lugares
Y lleva consigo la sinceridad y la ambición.
El buscador de perlas se dirige a ella.
La perla quiere entonces despojarse de la red secreta que la cubre
Para vivir y entrar en un mundo totalmente nuevo.
1948
Chen Jingrong, incluido en El cielo a mis pies. Antología de la poesía china moderna 1918-1949 (Ediciones Hiperión, Madrid, 2013, selec. y traduc. de Blas Piñero Martínez).
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