Un árbol que crece en el centro de la sala, una se tropieza y ante el cielo entristecido, los tonos de ocre —difusas transparencias marginales— auguran otra perspectiva de su vida.
II
En la mañana de pino barnizada, la pequeña tabla sostenida en la pared por dos cadenas, era el perfecto escritorio para una máquina de escribir verde.Subió entonces a la azotea y leyó. Era el trino de un pájaro frente al rugir de volcanes. Bramaban furiosos y escupían fuego. Eran miles de pájaros muertos por la erupción. Al día siguiente desfilaron esperanzas frente a una multitud sollamada.
III
Sentada sobre la grama ennegrecida por la arena, la brújula marcaba diversos horizontes, no importaba. Un soldadito de ojos celestes acariciaba la palma de su mano, luego se sumergía al agua fresca de sus ojos, cuando lo más tierno de esa pasión era no conocerla.Karla Sánchez Barreto, incluido en Nuevos poetas nicaragüenses (Sociedad de Cultura Valle-Inclán, Ferrol, 2004, selec. de José María Mantero).
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