En las laderas de las colinas, junto al pueblo, acampan predios plantados de mimosas. En la época de la recolección sucede a veces que, lejos del lugar, se produce el encuentro extremadamente fragante con una muchacha cuyos brazos estuvieron atareados durante todo el día alrededor de las frágiles ramas. Parecida a una lámpara cuya aureola de claridad fuese de perfume, se aleja, con la espalda vuelta al sol poniente.
Dirigirle la palabra sería sacrilegio.
Con la alpargata hollando la hierba, cédele el paso en el camino. Acaso tengas la suerte de distinguir, en sus labios, la quimera de la humedad de la Noche.
René Char en Los que permanecen (1938-1944), incluido en Poesía esencial (Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2005, ed. y trad. de Jorge Riechmann).
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ResponderEliminarTú lo has dicho, nada de anecdotillas de la vida del autor: esto sí que es poesía.
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