De mi sangre.
Olvidado de otras quemaduras contraídas al duro viento
De los días que pasan; me detengo:
La vida me hace daño; no iré más lejos.
El camino -también- se pierde delante de ese poste -recuerdo
De un embarcadero.
Como hace tres siglos en esta rada
El mar cuenta todavía el infinito
Meciendo su péndulo;
Y el espíritu de dios aún planea sobre las aguas,
Sobre ese gran silencio inmóvil
Que picotean las gaviotas de alta mar.
No continuaré el peregrinaje
Por la ruta submarina empedrada de huesos
Hasta la lejana reaparición de Jameston
Entre los campos de muerte florecidos de algodón.
Que la noble África levante cenotafios
Por la paz de todos sus muertos de corazones afligidos
Que vienen a derramar su rencor en la espuma
De las olas.
Jean-Baptiste Tati Loutard en Poémes de la mer (1968), incluido en Diwan africano. Poetas de expresión francesa (Editorial Arte y literatura, La Habana, 1988, selec. y trad. de Rogelio Martínez Furé).
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