la de gentes que pasaron sin conocer a Mahoma,
tres días enteros, y cuando estábamos por dar
las últimas boqueadas, volvíamos a las andadas.
Vivimos una vida de la que no se resucita,
a cuyo fin no te citan para el Juicio Final.
Una vida de enfermos, alrededor de los cuales,
tras despertar de la borrachera entre gentes diversas,
nos encontramos rodeados de criticones
y de visitantes que iban y venían.
Dijimos a nuestro copero: Venga, otra ronda,
volvamos a darle como ayer,
pues volver es bien digno de encomio.
Trajo el vino, y fue como si en su vasija
refulgiera y espumajease el mismo planeta Marte.
Un vino que rezumaba un agua
—cuando la copa rodaba de mano en mano—
de tal aroma que parecía sacrosanta:
te mata y te resucita después de muerto,
y si su muerte es deliciosa,
la vida a la que vuelves es mejor y más loable.
Al-Akhtal, incluido en Poesía árabe clásica (Titivillus, Internet, 2017, selec. de Alfonso Bolado).
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