El cuello del azar se inclina, distinguido,
entre risas y nombres. Luce el suelo
las huellas como rastros
de luz en una lámpara
que acaba de apagarse. Dos antiguos
amigos se reencuentran en la sala.
Se diría que llueve en el jardín,
pero dentro son tibios los licores
y las notas del piano mecerán los minutos;
se diría que es tarde, pero creo que todos
preferimos quedarnos
hasta abrir los paquetes.
La muerte es un regalo que -en medio de una fiesta-
nadie esperaba recibir.
Andrés Neuman, incluido en Pasar la página (Ediciones Olcades, Cuenca, 2000).
Otros poemas de Andrés Neuman
El amigo invisible, El jardinero
Brillante. El final resulta explosivo, y nunca mejor dicho.
ResponderEliminarGracias por este poema.