Para Rubén Darío
Padre viejo y triste, rey de las divinas canciones:
son en mi camino focos de una luz enigmática
tus pupilas mustias, vagas de pensar y abstracciones,
y el límpido y noble marfil de tu testa socrática.
Flota, como el tuyo, mi afán entre dos aguijones:
alma y carne; y brega con doble corriente simpática
por hallar la ubicua beldad en nefandas uniones,
y después expía y gime con lira hierática.
Padre, tú que hallaste por fin el sendero que, arcano,
a Jesús nos lleva, dame que mi numen doliente
virgen sea, y sabio, a la vez que radioso y humano.
Tu virtud lo libre del mal de la antigua serpiente,
para que, ya salvos al fin de la dura pelea,
laudemos a Cristo en vida perenne. Así sea.
Amado Nervo en Místicas (1898), incluido en Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana (Ediciones Hiperión, Madrid, 1992, selec. de José Olivio Jiménez).
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