el mayor, me llevaba con él
a las fiestas. Era el primero
en belleza y en arrojo.
¡Qué hermoso! Lo recuerdo. Resplandecía
sobre su caballo. Vestía un chaleco rojo
oscuro con bordados
y un collar de florines venecianos.
Llevaba la espada de Kapetán Pasa,
el cuchillo de Bótzaris y dos pistolas
del tesoro de Alí en los flancos
de la silla, a izquierda y derecha.
Llevaba una falda ceñida,
medias, calzados cerrados,
traídos por encargo de Yoanina,
y broches de plata de Préveza.
Así arreglado, con su fusil
al hombro y la melena y las correas
en sus manos, iluminaba el camino
cuando entraba por la ancha puerta.
Y yo, un poco detrás, deslumbrado,
sobre mi rápido caballo,
era capaz de seguirlo y me sentía
como si tuviera alas y un cuerpo ligero.
Cuando corríamos, recuerdo, los bucles
encerrados en su fez tunecino,
esparcidos a su alrededor, brillaban
como una nubecilla de gavillas encendidas.
E incluso cuando salíamos,
me parecía que iba enteramente trastornado
en la luz, a caballo, bañado de oro,
como San Jorge, pero un poco más pequeño...
¡Oh aquel valiente de nuestro Mesolonyi!
¡Sol del alba pequeña de mi vida!
Lo cuento y Takis Plumás
llevaba treinta y tres años en la tierra...
Miltiadis Malakasis en Takis Plumás (1920), incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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Lo dicen los ruiseñores, Takis Plumás
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Bellas letras, nos dan un esbozo de como eran en aquellos días, buena conjugación de ideas y conceptos...
ResponderEliminarTe doy la razón.
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