Por las llanuras de mi temor, de vuelta al norte,
he aquí al viejo pastor de noviembre que toca el cuerno
de pie, como una desgracia, en el umbral del triste redil,
y desde lejos llama a los rebaños de la muerte.
El establo se halla ahí, despierto como un remordimiento,
en el fondo de mis países de tristeza sin límites,
que un arroyo, bordeado de menta y de viburno,
cansado de sus lentas olas, marchita, con un curso sinuoso.
Negras ovejas, con cruces rojas sobre los lomos,
y corderos color fuego vuelven, a golpe de cayado,
como sus lentos pecados, a mi alma de espanto;
el viejo pastor de noviembre toca el cuerno tempestad.
Decid, ¿qué bandada de relámpagos acaba de aflorar en mi mente
para que esta noche mi vida haya tenido tanto miedo de mí?
Émile Verhaeren, incluido en Poemas esenciales del simbolismo (Ediciones Octaedro, Barcelona, 2002, selec. de Pedro Provencio, trad. de Manuel Álvarez Ortega).
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