la toga que flaneando las ligas, las ampula
para que flote en el deambuleo la ceniza, impregnando
de lanas la atmósfera cerrada y fría del boudoir.
A través de los años, esa lívida
mujereidad enroscándose, bizca,
en laberintos de maquillaje, el velador de los aduares
incendiaba al volcarse la arena, vacilar
en un trazo que sutil cubriese
las hendiduras del revoque
y, más abajo, ligas, lilas, revuelo
de la manipostería por la presión ceñida y fina que al ajustar
los valles microscópicos del tul
sofocase las riendas del calambre, irguiendo
levemente el pezcuello que tornado
mujer se echa al diván.
Néstor Perlongher en Hule (1989), incluido en Rivales dorados (Antología) (Varasek Ediciones, Madrid, 2015, ed. de Roberto Echavarren).
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Muy bueno
ResponderEliminarPues si, la verdad, un muy buen poeta.
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