Sacando mis prendas húmedas
para secarlas al sol,
salta a mi vista un par de zapatos,
obsequio de la bellísima hija de la vecina.
Aún resuena en mis oídos
lo que dijo al regalármelos:
«Es un testimonio de mi amor.
Espero que no nos separemos
como estos zapatos
que van siempre juntos.»
Desde que fui desterrado,
soy una hoja que flota en el río.
He recorrido leguas y leguas,
mas siempre me los llevo conmigo.
Ahora los miro y remiro,
sumergido en la tristeza:
Los zapatos siguen pareados,
pero yo estoy solo, lejos de ella.
Además, con las interminables lluvias,
ya aparece moho en la pala de seda.
Bai Juyi, incluido en Poesía clásica china (Ediciones Cátedra, Madrid, 2002, ed. y trad. de Guojian Chen).
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bello y que triste
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