La historia de amor más triste que conocía estaba escrita en un libro. Una vía de tren que se estrechaba travesaño a travesaño cruzaba su cubierta, y durante un tiempo lo llevé en los bolsillos y aprendí las palabras de memoria. Entonces era primavera, y nuestros paseos cada vez más cortos. Susie hablaba siempre de una ciudad enorme a la que quería marcharse, una ciudad que daba la espalda al mar. Una noche le leí aquel libro; la historia de una mujer que sueña con irse, la de un hombre que atándole una campanilla al tobillo intentaba no ser abandonado, oírla si dejaba la cama en medio de la noche para perderse bajo las estrellas. Ella no lo entendió nunca. Preguntaba con voz entrecortada cómo podía hablarle de aquellas personas en días en que la separación era un hecho, y el ruido suave del pasar de páginas comenzó a confundirse con sus sollozos. Lloró desconsoladamente durante dos horas, tendida en el sofá, con la sala tenuemente iluminada por las luces del jardín. Lloraba tanto que le sangraba la nariz, y se durmió con la cara empapada en sangre y lágrimas. Ahora ésta es la historia de amor más triste que conozco.
Nacho Fernández, incluido en Pasar la página (Ediciones Olcades, Cuenca, 2000).
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¡Fuerte!
ResponderEliminar¡Impresionante!
y sii... es la historia de amor más triste que haya leido.
Saludos.
Quizás termine un poco precipitadamente, pero emociona este poema, sí.
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