con su pantalla grande y sus
colores más dramáticos que los
del papel pintado de nuestro salón;
allí, tanto los hombres como las mujeres
hablan de maneras mucho más ingeniosas que nosotros.
Venga, vámonos al cine,
sentémonos uno al lado del otro y
dejemos que nuestras miradas
se enfoquen en la pantalla.
Venga, vámonos al cine, si
no terminaremos desgastando nuestros corazones
como ya hemos desgastado nuestras almas.
Venga, vámonos al cine,
a gozar de las caras que no son nuestras,
a gozar de los cuerpos apasionados que no son nuestros.
Vámonos al cine y olvidémonos
de cómo nos sentimos cuando andamos rebuscando palabras
perdidas que tanto necesitamos para comunicarnos…
Venga, vámonos al cine,
donde otros se hablan,
se enamoran, lloran y sufren.
Venga, vámonos al cine,
donde otros, por suerte, están amándose.
Nosotros seguiremos en nuestra senda
yo, cambiando bombillas quemadas y
tú en la cocina fregando sartenes.
Venga, vámonos al cine,
donde podemos relajarnos
sin dialogar con palabras vacías,
sin miradas y caricias derrotadas.
Venga, vámonos al cine,
donde podemos ocultarnos sin culpa.
Venga, vámonos al cine,
donde mucho más compenetrados nos sentimos
con la muerte de un héroe que con nuestras propias creencias…
venga, vámonos al cine—
Sentémonos juntos tomados de la mano e
imaginemos que sí nos hace falta estar cerca
el uno del otro y que por esa razón venimos,
igual que la niña y el niño que
en frente se están apretando.
Şota İataşvili, incluido en Altazor. Revista electrónica de literatura (1ª época, año 2, agosto 2020, Chile, trad. de Khédija Gadhoum).
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