y te demoras, pasivo, en esta fría orilla?
¿Acaso olvidas tu origen, hijo del océano
que de los Titanes fue amigo?
¿Ya no reconoces a esas brisas vivificadoras,
mensajeras del amor, enviadas por tu Padre?
¿No oyes la clarísima palabra que desde lo alto
te dice el dios siempre vigilante?
Ya rumorea, ya rumorea y borbota
como en el tiempo en que holgaba entre las rocas,
y va recordando su fuerza y poder
y ahora, vedlo, se apresura
el indolente; se burla de sus cadenas
y las aferra y rompe, arrojando sus restos
como por juego sobre la sonora orilla. Y al grito
del hijo de los dioses despiertan las montañas,
se agitan los bosques, el abismo oye lejos
la llamada del heraldo. Y estremeciéndose
vuelve a brotar el júbilo en la tierra.
¡Llega la primavera, y el verdor despunta!
Pero él se vuelve hacia los Inmortales,
porque en ninguna pueda ya descansar
sino en los brazos abiertos de su Padre.
Friedrich Hölderlin, incluido en Poesía completa (Titivillus, Epublibre, 2015, trad. de Federico Gorbea).
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