El copero de mirada lánguida está en el apogeo de su hermosura: no hay paciencia que resista y sufra su belleza.
En sus mejillas arde un fuego de amor, que, sin embargo, aún no levanta humo de vello en sus sienes.
Escanció el vino cuando la media luna brillaba en la tarde, curva como el hierro de la lanza, que se dobla al chocar con la coraza del héroe...
Corre el negro corcel de la nube de lluvia, cuya fusta es el relámpago y cuyas riendas son el aquilón.
El azafrán del sol ha ungido el cuello del jardín, cubierto de las perlas dispersas de la escarcha.
La espesura divulga maliciosamente los secretos del jardín, sirviéndole la flor de boca y el céfiro de lengua.
Abu Isháq Ibrahím ibn Jafáya, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
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Un bella armonía de palabra-imágen, sentimiento y contemplación. Gracias.
ResponderEliminarSi, es sorprendente comprobar como gran parte del juego poético posterior se encuentra en la poesía arábigo andalusí.
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