(Jueces 12: 5-6)
Tuve un sueño importante. Pero puede esperar.
Quiero primero hablar de Efraín Herrero
y del tatuaje azul cobalto de México
que le adornaba el antebrazo.
Fuimos sus discípulos cuando íbamos a la escuela.
Cuántas horas pasé imitando su acento,
frente al espejo, alisando mi chamarra con esmero
contra el bulto de un cuchillo de cocina.
Una vez me puso una navaja al cuello,
pero sobre eso ya hablé bastante aquí.
¿Le conté que ganó el premio de latín?
Como ve no era sólo miedo o desprecio
lo que a él nos atraía. El día que lo agarraron
vendiendo coca en mayo según supe,
detrás de La Virgen de Guadalupe,
nos sentimos tan aliviados como perdidos.
El día del juicio fuimos a la corte
a apoyar al caído; el perjurio encarnado
traía una corbata que tal vez me había robado
y el traje de domingo de algún otro.
Fue un golpe duro verlo tan asustado.
Y cuando pasó al frente y alzó el brazo
y la manga cruzó al sur del Río Bravo
supe al instante de qué lado yo estaba.
Lo que me trae al sueño, si tenemos tiempo.
Es de noche y estoy vadeando un río, hiela
y traigo puesto ese traje y la corbata. Una linterna
me sorprende a mitad de las aguas. Intento hablar.
Pero alguien se interpone entre la luz y yo.
Surgen estrellas como de un eclipse. Lento
él alza un dedo hacia sus labios. Despierto
antes de que él emita ese ruido desgarrador.
Michael Donaghy en Shibboleth (1988), incluido en La generación del cordero. Antología de la poesía actual en las Islas Británicas (Trilce Ediciones, México, 2000, selec. y trad. de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano).
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