Ni los amaneceres de luz turbia y barajas,
ni la almendra de Dios escondida entre libros,
ni la duda, serpiente cartesiana sin tregua,
ni el colmillo frenético del lobo, ¡hermano lobo!,
ni la sonrisa enfática del simio, ¡hermano simio!,
ni los claros abiertos por la muerte en mis bosques,
ni las vivientes piedras de antiguas catedrales,
nada abatió mi rumbo con igual brisa. Nada
volcó en mi sangre hirviente tanta púrpura. Nada
excarceló de límites mi materia finita,
tornó en hebra de antena mi confiada indolencia,
me cercó de temores al esguince imprevisto
del azar destructivo, de las complejas máquinas.
Nada me indujo a ser sustancia perdurable,
clamor de río que corre más allá de la muerte.
Nada me dio esta fórmula de amar sin otro anhelo que amar.
Sólo los hijos.
Miguel Otero Silva, incluido en Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea 1914-1970 (Alianza Editorial, Madrid, 1971, selec. de José Olivio Jiménez).
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Hijo soy de mi hijo. Él me rehace.
ResponderEliminar(JOSÉ MARTÍ, poeta cubano)
No es común ver por allí poemas de escritores venezolanos, me ha conmovido amigo. Muchas gracias por compartir los escritos de mi tierra, un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPues tienes toda la razón, incluso en este nuestro blog la muestra de poetas venezolanos es escasa. Un abrazo.
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