Cansado del reposo cuya pereza ofende
La gloria por la cual huyera de la infancia
Adorable de bosques de rosas bajo el cielo
Natural, y cansado más aún del duro pacto
De cavar cada víspera nuevas fosas amargas
En el terreno avaro y frío del cerebro,
Torvo sepulturero de mi esterilidad,
—¿Qué decir a esta Aurora, oh Sueños, visitada
Por las rosas, si el miedo de sus rosas sombrías
Rellenará los ojos del vasto cementerio?—
Yo quiero abandonar el cruel y voraz Arte
De mi pueblo; y sonriendo a los viejos reproches
Que me hacen el pasado, mis amigos, el genio
Y hasta la misma lámpara que sabe mi agonía,
Imitar al buen Chino de paz límpida y fina
Que goza éxtasis puros mientras pinta la muerte,
Sobre tasas de nieve arrobadas de luna,
De una flor singular que perfuma su vida
Transparente, la flor que sintió, siendo niño,
Injertarse en la azul filigrana del alma.
Para una muerte así que es ensueño de sabio
Yo he elegido, sereno, un paisaje lozano
Que también sobre tasas pintaré distraído.
Una línea de azul será un lago sumiso,
Bajo la desnudez de un cielo porcelana,
Y una luna creciente perdida entre las nubes
Remojará su cuerpo en el cristal del agua
No lejos tres bambúes, pestañas de esmeralda.
Stéphane Mallarmé, incluido en Antología (Visor Libros, Madrid, 1991, trad. para este poema de Juan Filloy).
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